Cómo los medios despiertan al rompehuelga que varios chilenos llevan dentro

(El Ciudadano) El paro del Registro Civil visibilizó como los medios producen opinión pública contraria al movimiento sindical y una subjetividad de los usuarios como si fuesen clientes. El odio a los funcionarios públicos promovido generó que hackers bloquearan la cédula de identidad de dirigentes sindicales o que 12 mil chilenos firmen para despedir a otros trabajadores. Un gran triunfo para la patronal.


Tras 39 días terminó el paro del Registro Civil. El evento permitió visibilizar los resortes que se activan frente a movimientos sindicales y las estrategias ocupadas frente a los procesos de transformación que empujan las multitudes en Chile. Pocas veces un evento sindical visibiliza las estrategias de la patronal y los medios para sustentar el modelo neoliberal vigente en Chile.
El dispositivo mediático fue puesto en acción con el objetivo de neutralizar las demandas de los funcionarios del Registro Civil. Precisas cuñas dadas por funcionarios gubernamentales acusando la responsabilidad del paro a los trabajadores junto al enfoque dado por los canales de TV, convirtieron a los usuarios en víctimas de los trabajadores.
El abogado Javier Velasco observó que durante un mes los trabajadores del Registro Civil fueron el enemigo público de los noticieros, agencias de producción de realidad que se concentraron en “restarles legitimidad por la vía de confrontar a este sector movilizado con el resto de la ciudadanía”. En las últimas semanas los funcionarios del Registro Civil en el discurso de los noticieros disputaron rechazo social con los protagonistas de los portonazos que todos los días no muestran.
Semanas antes del paro, el ministro de Hacienda Rodrigo Valdés bajó la orden para todo el aparato público de una política cerrada de austeridad fiscal. En una visita al Congreso a mediados de octubre advirtió que frente a las demandas salariales del sector fiscal “tenemos que empezar a contener en serio hacia los próximos años, porque si no, fiscalmente el total no va a cuadra”.
La advertencia era ante la negociación próxima con la Asociación Nacional de Empleados Fiscales (ANEF), por lo que el paro del Registro Civil resultó ser el primer gallito del gobierno comprometido con la austeridad fiscal en función de mantener los equilibrios macroeconómicos de la economía neoliberal. Ante esa pelea chica los medios televisivos chilenos supieron muy bien tomar postura.
PRODUCIENDO OPINIÓN PÚBLICA
Imágenes de filas largas e historias de esfuerzos extremos por sacar un documento llenaron gran parte de los minutos de la cobertura televisiva del paro. Así nos enteramos del papeleo de migrantes nunca antes considerados por los canales de TV, la preocupación de alguien que puede perder un trabajo por no tener el certificado de antecedentes, de la rabia de una mujer con fecha de viaje marcada esperando el pasaporte o de padres cuyos hijos no eran atendidos en los consultorios por no estar inscritos. Las penurias forzadas de cientos de personas desfilaron esos días por la televisión, imágenes que eran seguidas de los trabajadores pidiendo un aumento de sueldo.
El dualismo al que nos tienen acostumbrados los medios en sus representaciones noticiosas redujo el paro a un conflicto ente trabajadores y usuarios. El tercer actor, el gobierno, o sea, la patronal, cuando aparecía era a través de cuñas medidas recalcando que hacían ofertas cuando en la práctica la ministra de Justicia, Javiera Blanco, demoró más de un mes en recibir a los trabajadores y hasta la semana pasada la oferta del gobierno era la misma de siempre.
La oposición de los actores fue evidente en el relato que se hizo de la noticia: usuarios indignados frente a funcionarios públicos movilizándose. Asistimos a la conversión de los usuarios (que puede ser cualquiera de nosotros) en víctimas de los trabajadores. En cada cobertura noticiosa, sin decirlo explícitamente, nos dejaban bien en claro quien era el malo de la película.
La semana pasada en medio de las conversaciones, la presentación de la noticia (24 Horas de TVN, Teletrece, Chilevisión y Mega) cada día era “Funcionarios rechazan oferta del gobierno” y luego las repetidas cuñas de personas esperando por horas hacer un trámite en el Registro Civil. Su público sintetizó rápidamente el mensaje. En el noticiario de TVN (4 de noviembre) una mujer molesta por el trámite que no podía hacer decía que “tienen una propuesta en la mesa y no quieren trabajar”.
Las retóricas televisivas tuvieron como objetivo evidente deslegitimar la huelga y se sumaron a la estrategia del gobierno que insistía que los “usuarios eran rehenes de los trabajadores”. Al mismo tiempo personalizaron la molestia en la dirigenta Nelly Díaz, a quien recortaban las cuñas y la presentaban en su más duro perfil.
Ya no se trató de la criminalización acostumbrada de la protesta, sino de la deslegitimación pública de la huelga como vía para obtener mejoras salariales. El objetivo de fondo es minar la huelga como forma de resolución de diferencias entre la patronal y los trabajadores. La fórmula fue simple: oponer los usuarios a los trabajadores. Los dos eslabones más débiles del esquema de sociedad neoliberal son puestos en conflicto.
El odio social promovido por los medios contra los trabajadores generó preocupantes efectos: La semana reciente hackers bloquearon la cédula de identidad de Nelly Díaz y sus mismas cámaras mostraban como vecinos lanzan huevos a los trabajadores huelguistas.
Obviamente, en las encuestas futuras el CEP del grupo Matte se preocupará muy bien en medir el rechazo a los funcionarios públicos labrado segundo a segundo en cada noticiario televisivo.
LA SUBJETIVIDAD DEL CLIENTE
La estrategia de producción de opinión pública usada por los grandes medios apostó por promover la subjetividad del cliente, cuya relación con la sociedad es reducida a un ritual de compra de un servicio. Los ‘usuarios’ del Registro Civil entrevistados parecían establecer las relaciones con su entorno como si estuviera comprando cosas. Ellos iban a sacar un documento y exigían, por sobre solidaridades de clase o de apoyo a un trabajador igual que ellos luchando por mejorar su salario, el correcto cumplimiento de un servicio.
El paro fue caldo de cultivo para opinólogos de raciocinio fácil como Rodrigo Guendelman, quien llamaba a aplicar la Ley de Seguridad Interior del Estado. “¡Pero si el paro es ilegal! Tienen que hacer cumplir la ley y remover a los huelguistas. Echarlos. Despedirlos. Igual como si usted no llega a trabajar por tres días seguidos. Sobre azul y muchas gracias. Y que en el finiquito diga ‘se prescinde de sus servicios por haber secuestrado el país’”- sostuvo elcomentarista en El Dínamo.
Domesticados en la precariedad laboral, muchos trabajadores terminaron siendo el muñeco ventrílocuo de sus patrones. Cuando se supo el monto del bono ganado por los funcionarios del Registro Civil, trabajadores con menores salarios y condiciones laborales salieron a criticar el logro obtenido.
De esta forma, asistimos a una reducción de nuestras relaciones sociales en el espacio público a un demandante de un bien o servicio. Las multitudes atrapadas en una subjetividad clientelar en la relación con su entorno.
Para tal subjetividad clientelar no hay huelga que valga. Así los medios moldearon la imagen de trabajadores que seguramente están más precarizados criticando a otros trabajadores cuya fuerza gremial es capaz de levantar un pliego de peticiones exitoso. Asiduos comentaristas de las redes sociales domesticados en la liturgia del pago y en relaciones laborales abusivas y verticales, estallaron al enfrentarse a un grupo de trabajadores que están en un mejor pie de negociación. Milton Friedman en Chile está más vivo que nunca.
Mauricio Becerra R.
@kalidoscop
El Ciudadano

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