La palma chilena está a pasos de ser declarada en peligro de extinción

Situación de la especie, única a nivel mundial, empeoró en los últimos cinco años por la extracción excesiva de su semilla y los incendios forestales.

Por: El Mercurio
 La palma chilena ( Jubaea chilensis ), la más austral del planeta, enfrenta una creciente amenaza de extinguirse en su ambiente natural.

“Por el tema del cambio climático y los incendios se encuentra en una situación muy precaria para que se mantenga la continuidad de la especie”, explica la geógrafa Paloma Bravo, analista de Conaf y encargada de la Estrategia de Conservación de la Palma Chilena en el Parque Nacional La Campana, donde existe la mayor población silvestre protegida de la especie.

La palma -explica- demora 60 años en comenzar a producir semillas, por lo que debe pasar mucho tiempo antes de que esté garantizada su reproducción.

Eso implica un período de fragilidad de la especie muy largo, durante el cual debe enfrentar amenazas directas, como la escasez de agua, el ganado y otros animales, como el conejo, que se comen las plantas que están apareciendo. “Hoy podemos tener mucha regeneración en viveros, pero no garantiza que llegue a ser un individuo adulto”.

En los próximos días Conaf presentará la ficha con los antecedentes para que el Gobierno la reclasifique como especie “en peligro de extinción” (hoy figura como vulnerable). En el Ministerio de Medio Ambiente confirman que la idea es incluirla en el nuevo proceso de clasificación de especies que se inicia en agosto. Si no hay contratiempos, la nueva categoría entraría en vigencia el próximo año.

A principios de este siglo se estimaba que de esta planta, endémica de la zona mediterránea de Chile, quedaban menos de 100 mil ejemplares repartidos en la cordillera de la costa entre Choapa y el Maule.

En los últimos 15 años se perdió gran parte de las que quedaban en la Región de Coquimbo debido a la sequía y los incendios de los últimos cinco años que afectaron severamente a las de Valparaíso y Viña del Mar.

En el caso del fuego, el problema es que si bien no afecta tanto a los ejemplares mayores, destruye a los juveniles, que son los que permiten la regeneración de la especie, dice Homero Gallardo, encargado de Humedales y Recursos Naturales de la unidad Valparaíso de Conaf.

El problema de la sequía y de los incendios no es tan grave como la acción humana misma, dice Fernando Cosio, investigador del Instituto de Geografía de la U. Católica de Valparaíso, quien conoce de cerca el caso del palmar El Salto, en Viña del Mar, que también está entre los de mayores dimensiones. “La gente cosecha sus coquitos (las semillas) y además derriba plantas para sacar miel. Y cada año en la época de Semana Santa venden ramos de hojas tiernas para el Domingo de Ramos. El problema es que el brote se pierde y la planta no se desarrolla”.

Cosio se queja de que aunque el palmar tiene protección como Santuario de la Naturaleza, no cuenta con vigilancia efectiva, por lo que no hay control de la gente que entra y los animales, que se comen la semilla, y también las nuevas plantas.

“Hay una estrecha relación de la comunidad rural con la palma chilena, y eso incluye la extracción de su semilla. Pero a esta actividad tradicional se le sumó en los últimos años una nueva variable, que fue la irrupción del mercado asiático”, dice Bravo. Esto aumentó la demanda y elevó el precio de la semilla.

Los coreanos llegaron a pagar $6 mil por kilo, cuenta Gallardo, lo que desató una fiebre por su recolección, y se preocuparon de no revelar para qué los usan.

“En La Campana manteníamos desde hacía 10 años un convenio con las comunidades para que hicieran extracción de manera sustentable y sin el ingreso de ganado, pero por esta situación las reglas del juego no fueron respetadas”, agrega Bravo.

En Conaf llegaron a la conclusión de que la capacidad administrativa resultaba insuficiente para controlar la cosecha excesiva, y a fines de marzo pasado optaron por prohibirla.

Ahora está en marcha un programa de educación ambiental para la comunidad. “La idea es contar con esta gente, que era la que sacaba los coquitos, para que sean sus propios fiscalizadores y a largo plazo hagan un uso sustentable de la semilla”, dice Bravo.

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